“Como arquitecta, mejorar la vida de mi familia es el mayor orgullo de mi vida”

Belén Vaz Luis ha tenido claro desde pequeña que quería aportar su grano de arena a la sociedad y que no quería estar simplemente de paso. “Cuando era niña mi madre me llevaba al parque y yo veía que había abuelos que no podían jugar con sus nietos y gente que vivía en los bancos en los que yo jugaba. Eso me hizo pensar que tenía que aportar algo a la sociedad. Quería mejorar su calidad de vida”.

Dado que su familia trabaja en la construcción y, gracias a haber vivido muy de cerca la discapacidad, Belén Vaz se decantó por estudiar Arquitectura. Al acabar la carrera, se especializó en accesibilidad cursando el Postgrado en Accesibilidad y Diseño para Todos de UIC Barcelona. Fue la primera alumna de las 7 ediciones de este programa en obtener una cualificación de 10. “La medicina no es la única disciplina que mejora la salud y la calidad de vida. Amo la arquitectura y creo que también es una herramienta capaz de crear y mejorar la vida de las personas.”

¿Por qué decidiste estudiar Arquitectura?

Ser “una médica que opera sobre realidades accesibles a todo el mundo” se me planteaba como un reto maravilloso. Durante la carrera abogué por la sensibilización, compromiso e integración de cualquier usuario en la arquitectura pues creo en un “diseño para todos”. Considero que la arquitectura depende de la experiencia humana, de lo sensible y de lo inteligible,  sin necesidad de hacer una referencia inmediata a la realidad tangible. Y es ahí cuando la accesibilidad física, cognitiva y sensorial juega un papel fundamental. Me tomé la carrera como un laboratorio en el que ensayar las realidades que veía y vivía. Quería experimentar y sacar de las clases de Proyectos y Construcción, mis asignaturas favoritas, las “bases nitrogenadas” que conformasen mi ADN como arquitecta.

¿Crees que la accesibilidad es, en términos generales, un área de interés para los arquitectos?

Por supuesto, me parece imprescindible. Creo que vivimos años muy convulsos en la sociedad en el que el “yo y mis necesidades” prevalecen sobre las necesidades sociales.

Personalmente, entiendo la accesibilidad como la igualdad de oportunidades para disfrutar de los entornos, bienes, productos, servicios… Si se proyecta pensando en los individuos que quedan fuera del prototipo de “campana arquitectónica” se hará un diseño integrador para ellos que, a su vez, mejorará la calidad de vida para el resto. Si se tiene en cuenta esto desde un principio, la accesibilidad pasará desapercibida y no será un elemento ortopédico e impuesto.

Cuando estaba en la carrera todo lo que proyectaba seguía estos criterios y, de hecho, sólo me preguntaron una vez por qué hacía un proyecto para un deportista con discapacidad. Los demás no se dieron cuenta y, con eso, lo digo todo.

¿En qué momento de tu carrera –académica o profesional- surge el interés por esta temática?

Ha surgido desde que era una niña, por mi experiencia personal. Los diseños de los arquitectos a veces eran -y son- muy crueles e impedían a personas de mi familia estar en los espacios cómo podía estar yo. ¿Por qué ellos no y yo sí?

Cuando en cuarto de carrera estudié en Historia la arquitectura nórdica, sobre todo a través de Alvar Aalto, me empecé a interesar por el modelo de bienestar escandinavo. Entendían el funcionalismo de un modo que abarcaba incluso lo psicofísico, como yo. Ahí fue cuando le di un mayor valor a la accesibilidad.

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Nos han contado que estuviste a punto de dejar la temática de la accesibilidad, ¿por qué?

Porque sentía impotencia. Creo que el mayor valor de un arquitecto es crear y defender sus propias ideas para salir de la inercia del utilitarismo del pensamiento. Es un error pensar la arquitectura como un “hincha” de idearios fanáticos, de moda o de otros tiempos. Las necesidades de las personas cambian, la tecnología evoluciona, los lugares no son los mismos… y de ello hay que aprender y mejorar. Ser capaz de definirse en las continuas mutaciones profesionales del neocapitalismo, dar la talla en una sociedad en la que el esfuerzo no importa y buscar un lugar en el que mantener los vínculos con el pasado es complicado. Siempre he investigado intentando ir más allá y cuando nadie valora que quieres aportar algo a la sociedad te preguntas ¿vivo en una utopía que no lleva a ningún sitio?

Ahí es cuando volví a mirar la realidad que se genera en las ciudades  y seguí defendiendo que en la arquitectura deben prevalecer las personas (psique y cuerpo) sobre lo estético. La empatía sobre el egoísmo. La accesibilidad universal. Un mundo para todos.

Y fue así como llegaste al Postgrado de Accesibilidad y Diseño para Todos de UIC Barcelona…

Tras ese momento de desasosiego y gracias al apoyo que me brindó mi tutor del Trabajo Final de Grado, descubrí el postgrado. Al ver que en él había, no solo arquitectos, sino también personas del mundo de la medicina no lo dudé un segundo. Ellos me daban lo que llevaba tiempo buscando.

En las 7 ediciones del programa, eres la primera alumna en obtener una calificación de 10 ¿cuál es el secreto para obtener tan buen resultado?

Disfrutar haciendo aquello en lo que crees y, con ello, aprendiendo cada día algo nuevo.

Además, ver la realidad y las diferentes formas de abordar la accesibilidad en los países de mis compañeros internacionales ha hecho que aprendiese mucho. He tenido la suerte de trabajar en una atmósfera en la que todos los alumnos nos ayudábamos  y en la que los profesores nos valoraban y animaban a seguir “escarbando”, adquiriendo cultura. Ellos hicieron que sacase lo mejor de mí.

Actualmente trabajas en la Confederación Galega de Persoas con Discapacidade (COGAMI), ¿cómo llegó este trabajo?

A través del postgrado. Hace unos años, una de mis compañeras de trabajo también hizo el postgrado. En aquel momento COGAMI estaba buscando a un especialista en accesibilidad y, gracias a esto, me contrataron. Tuve mucha suerte.

¿En qué consisten tus tareas en COGAMI?

Ahora mismo ejerzo como arquitecta en prácticas y realizo labores de especialista en accesibilidad. Soy Coordinadora de Programa y de Equipo de un Programa de Fomento de la Accesibilidad para la Deputación de A Coruña.

También trabajo en el asesoramiento en accesibilidad y seguimiento de obras urbanas y edificatorias  en los ayuntamientos de Vigo y Pontevedra, en Planes de Accesibilidad Municipales de Galicia, en el diseño gráfico de señalización para la mejora de la accesibilidad cognitiva y en “las consultas” de personas (la mayoría con discapacidad) que nos llaman para que mejoremos la accesibilidad de sus casas.

¿Cómo crees que la arquitectura puede ayudar a las personas con diversidad funcional?

Creando espacios en los que la accesibilidad esté y no se vea, de modo que no se sientan “bichos raros”. Pero mi objetivo no es sólo ayudar a personas con diversidad funcional. El profesor (Enrique) Rovira-Beleta dice que el siglo XXI es el siglo de las personas mayores y tiene razón. Tendemos al envejecimiento y, por desgracia, la arquitectura no está preparada para ello. Si pensamos cuando proyectamos en nuestro “yo anciano”, entonces estaremos integrando también a personas con diversidad funcional y a esas personas que, en un momento determinado, también pueden estar en situación de discapacidad. ¿Acaso Messi, Bale o Neymar no lo están cuando se lesionan?

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¿Hay algún proyecto en el que hayas participado y del cuál te sientas orgullosa?

Mi casa. Uno de los proyectos del postgrado era reformar una vivienda para que fuese accesible. Pensé en un proyecto en el que el color, los materiales, la iluminación, la ergonomía de las personas que viven en ella y la mejora de su día a día a través del estudio de las reacciones que experimentaron (lesiones, sensaciones,…) fuesen los protagonistas.

Ahora las personas que habitan en ella viven mejor, sus cuerpos no se resienten tanto y la persona con discapacidad no sufre tantos ataques epilépticos.

Profesionalmente hablando, ¿cuáles son tus planes de futuro? 

A corto plazo, me gustaría empezar una tesis doctoral que abordase la arquitectura y la accesibilidad a través de la neuroergonomía o, quizás, lo vuelque más a temas constructivos o de patrimonio, que son mi gran debilidad.

A medio-largo plazo, desearía ser profesora de universidad para hacer llegar la arquitectura a través de la accesibilidad que, por desgracia, no se aborda en las escuelas con la importancia que tiene. Pero, sobre todo, quiero construir y antes de morir decir “he construido entornos y edificios que pueden ser para cualquiera persona, mejorando su día a día. He sido esa médica que construye realidades accesibles que siempre soñé”.

¿Qué consejo le puedes dar a los estudiantes actuales del Postgrado en Accesibilidad y Diseño para Todos?

Cada vez que se despierten deben pensar en lo que significa la palabra “empatía”. Creo que el postgrado brinda la oportunidad de interactuar y de resolver dudas ante personas que en tu día a día no tratas, que viven realidades muy diferentes y que son profesionales de otros gremios (compañeros y profesores).

En tercer lugar, es una gran oportunidad para contactar con administraciones y estudios de arquitectura: mi Plan de Accesibilidad Urbana abarcaba el centro neurálgico y casco viejo de Ourense y mi edificio público era la Antigua Cárcel Provincial de A Coruña porque quería indagar y demostrar que se puede intervenir en Bienes de Interés Cultural desde el respeto en la mejora de su accesibilidad.  Eso me llevó a contactar con las administraciones y algún estudio y ojalá algún día me llamen y digan “Vaz, ¡vamos a tener en cuenta lo que has hecho!”.

Pero sobre todo, les diría que creyesen en ellos mismos y en lo que hacen y que, como me digo cada mañana: no se puede salvar el mundo, pero sí aportar un granito de arena.

Entrevista realizada por Selena Ramos, alumna de 2º de Periodismo en UIC Barcelona

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