LA SIMPATÍA EN CONSTRUCCIÓN SOCIAL

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Alfredo Salgado Ferrer

Es mucho más fácil tener la simpatía con el sufrimiento, que tener simpatía con el pensamiento

Oscar Wilde

La simpatía es uno de los ingredientes principales requeridos para crear buena arquitectura, pero más aún, es lograr como buenos profesionales, tener esta simpatía incrustada en el pensamiento. Es algo extraño en sí, pero si un arquitecto no logra tener un nivel de simpatía, o empatía incluso, con su proyecto, su usuario y su entorno, ésta sólo reflejará una escenografía de banalidades sin mucho valor arquitectónico, poco contenido y sobretodo difícilmente habitable. Sí, es difícil lograr esta simpatía con otras personas y uno podría pensar que cuando se tratase de una arquitectura de construcción social sería más fácil llegar a tener simpatía con el sufrimiento de la gente que vive en necesidad o en pobreza.  Sin embargo, esta difícil tarea se ve cada vez menos reflejada en la obra del arquitecto. Ello se deberá acaso al hecho de que en nuestra economía la caridad ya no es sólo la naturaleza de algunos buenos hombres aquí y allá, sino también constituyente básico de nuestra economía, por lo tanto esta no sólo se ha convertido en la principal precursora de nuestra economía, sino también de nuestra arquitectura.

Si recordáramos el exhaustivo análisis de Slavoj Zizek en el video First as tragedy, then as farce, en donde ha profundizado sobre este tema y manifiesta cómo nuestra sociedad se ha moldeado drásticamente a estos parámetros  -“Aquí es, consumo, tu compras, especulas y así sucesivamente, luego, por encima de esto viene lo que haces por la sociedad[1] – podríamos recalcar cómo en el capitalismo de hoy en día (post 1968) la tendencia es traer dos dimensiones juntas, el hecho de comprar y el deber del anticonsumismo.

El significado de consumismo “no es sólo lo que compras, es lo que compras con ello[2], como si  en el mismo acto de consumo comprásemos nuestra redención por ser un consumista que quiere ayudar a la  humanidad. Ahora bien, analicemos a la arquitectura de este capitalismo cultural, utilizando específicamente como ejemplo  la Torre David, abandonada después de la crisis bancaria latinoamericana de 1944, en Caracas, Venezuela. Como lema  “When the modern city does not apply to the people, the people will adapt to the city[3], podríamos ver que el  galardón otorgado a la sacralización obscena de esta favela vertical no ha hecho sino verificar el peligroso camino en la ignorante obsesión, con que el primer mundo ha idealizado otras realidades. El proyecto de Urban Think Tank desborda hipócrita inutilidad, su reconocimiento con el León de Oro en la última Bienal de Arquitectura de Venecia ahonda en la celebración de un modelo falsamente ético y responsable, llevando a cabo una explotación intelectual, económica y propagandista de la miseria más dura, que hemos podido ver como fundamento de trabajo en otros casos, como Alejandro Aravena y ELEMENTAL Chile.

Ahora bien, esta arquitectura debería manifestarse en un nivel de cinismo y  escepticismo, como es en el caso del programa Architecture for Humanity de Cameron Sinclair. Sinclair, ganador del premio Building for Peace por su trabajo en Haití, reflexiona sobre su deber como arquitecto y sugiere: “La arquitectura en general, ha olvidado como ser empresario, (los arquitectos) somos seducidos por nuestra propia creatividad. Somos tan buenos diseñando que pensamos que la gente debe estar encantada de disponer de nuestra creatividad.”[4] De esta manera propone que no siempre hay que ver la arquitectura con nuestros ojos, nuestra simpatía, sino con lo que la gente y el proyecto necesita para realmente contribuir con el mejoramiento de la calidad de vida. Para esto se deben utilizar los materiales adecuados, integrando a trabajadores locales y de ser conscientes de la dinámica del lugar y no seguir estancados con el mismo problema, prolongándolo. El problema en sí es que si se quiere lograr un impacto es necesario involucrarse con las comunidades, y no sólo con las comunidades… sino también con patrocinadores.

Ahora bien, la Torre David, no forma parte de un proyecto caritativo y retacado de devoción. Es cierto  que las 750 familias que lo habitan crearon una nueva comunidad y una casa a partir de un edificio abandonado e incompleto. Lo cual nos habla de la necesidad que genera arquitectura, poéticamente hablando: “Es Arquitectura incompleta que se culmina y alcanza su alma únicamente cuando se habita[5]. Lo inaceptable es que el  jurado glorifique a los arquitectos por haber reconocido la potencial transformación de este proyecto: una comunidad espontánea que ha creado una nueva casa y una nueva identidad, haciéndolo con talento y determinación. Arquitectos glorificados deberían ser aquellos con simpatía, sentimiento y  motivación por ayudar sin que busquen ser gratificados, como lo es el caso de TYIN, una organización sin ánimo de lucro compuesta por arquitectos y estudiantes que buscan realizar proyectos que buscan combinar el detalle con la fuerte identidad social. El centro de entrenamiento en  Sumatra, en donde es producido el 85 % de la producción de canela mundial , provee entrenamiento y educación a los locales con la meta de contraatacar el precio bajo de la canela además de proveer  un sistema seguros de salud y educación para los trabajadores, se utilizan materiales locales y se construye una arquitectura pura y sencilla que nos habla del entorno en donde es construida de una manera positiva y simple.

En la arquitectura existen muchos errores, es como pintar un cuadro: una vez que se empieza no hay vuelta atrás. Sin embargo hasta un cuadro requiere de simpatía en el pensamiento, por lo tanto  la  favela caraqueña es un ejemplo perfecto de un cuadro mal pintando. Urban Think Tank se encarga de enmarcar este cuadro en una galería prestigiosa como es la Bienal de Venecia y, por consiguiente, aquellos que tienen un poco más de simpatía, o en este caso tacto arquitectónico los han acusado de “Pornografía de la pobreza (…) Irrita es que se ponga a la miseria como un espectáculo.” [6] Podríamos opinar como buenos arquitectos, y sobre todo como buenos críticos de la arquitectura, que el espectáculo debe yacer en la ayuda que provee un proyecto a su comunidad y lo bien calculado y manufacturado que éste esté. Tal es el caso de la escuela denominada Bridge School, en China diseñada por Li Xiaodong Atelier. La cual está enfocada en responder a la necesidad de educación, y se desplaza por una estructura liviana  de acero que permite una distribución variada en su espacio ya sea para dos aulas o un teatro. Además  se ha convertido en un centro cultural para la comunidad.

En conclusión, no es que se esté en contra de la caridad, en un sentido abstracto es mucho mejor que nada, pero es preciso que seamos conscientes de que existe ahí un elemento de hipocresía. La caridad no consiste en recaudar dinero y repartirlo posteriormente para lograr ser vistos por la sociedad como entes filantrópicos e altruistas. El caso Torre David, ejemplifica el egocentrismo de unos arquitectos un tanto confundidos respecto al significado de generar un bien común, y fotografiar una preexistencia inevitable llevada a cabo por la necesidad de la gente. Se puede estar de acuerdo en que intenciones admirables, aunque mal dirigidas, muy serias y sentimentales se sumen a la tarea de remediar los males que ven, pero rechazar que sus remedios no curen la enfermedad prolongándola en verdad, ya que en ese caso sus remedios son parte de la enfermedad. La solución no es un agravante de lo dificultoso al objetivo de tratar de reconstruir la sociedad, sin embargo la solución yace en tomar conciencia que una simpatía hacia nuestro entorno manejada a través del pensamiento puede modificar una comunidad, o inclusive una sociedad, en cuanto que una simpatía hacia el sufrimiento únicamente contribuirá al impedimento del desarrollo.

Documentación consultada:


[1] Consultado en: http://www.youtube.com/watch?v=hpAMbpQ8J7g el 12/04/2013

[2] Ibid. El 12/04/2013

[4] Consultado en: http://www.youtube.com/watch?v=5cwUCYh6wcM el 12/04/13

[5] Foro Esarq 2013, UIc, Barcelna. Periodo 2012-3, Arturo Franco.

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